No todas las casas de Rústicas son grandes, las pequeñas también tienen su encanto. Disponer de un lugar idílico, de un refugio donde retirarse a descansar cuando aprieta el agobio diario es, seguramente, el mayor placer.
Disfrutar del entorno, las vistas, el campo, poder leer un libro delante de la chimenea o sentado en el porche, dormir la siesta en un litera. Viejos placeres que nos permiten recuperar el vigor de nuestras modernas vidas.
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